El deporte, una vez más, es un fiel reflejo del cambio socio-cultural latente que golpea a las
generaciones Boomer, y la precocidad de sus máximos exponentes es un claro ejemplo de
ello. Niños, jóvenes y adolescentes, siendo los pilares de sustento económico de sus
respectivas familias a tan corta edad.
¿Realmente son conscientes de lo que sucede? O
simplemente son un objeto de la inercia que genera el alto rendimiento?.
El profesionalismo es algo a lo que se aspira, se sueña, y que tan pocos logran alcanzar.
Desde las tierras frías del mar del norte, puedo o trato de entender la respuesta. Aunque la
concepción del mundo es diferente a la realidad que afecta a nuestro país.
Mientras que los jóvenes de tan sólo 21 años piensan y planifican, con sus errores y
aprendizajes, como continuar su vida profesional y personal; Kylian Mbappé, nuestro
verdugo mundialista, percibe semanalmente casi $400.000 (sin contemplar sponsors).
¿Cómo entender lo que sucede en esa cabeza?
Y en tantas otras de jóvenes talentos en el
deporte de alto rendimiento.
El entorno familiar se convierte entonces, en un factor clave para el desarrollo profesional y
personal de estos jóvenes talentos. En este acompañamiento familiar, no debe faltar el
trabajo por sobre la derrota como un factor frecuente en el deporte y que, a pesar de su
edad, tienen que afrontarla como una posibilidad latente.
¿Cómo renunciar a una vida “normal” para enfocarse en un profesionalismo tan frágil y a tan
corta edad? ¿Hasta qué punto los padres son responsables?
Quizá tendremos que acostumbrarnos a este fenómeno que ya se convirtió en realidad hace
mucho tiempo.