“La Danza es la más humana de las artes, es un arte vivo: el juego infinitamente variado de líneas, de formas y de fuerzas, de direcciones y de velocidades, concurre a la realización de perfectos equilibrios estructurales que obedecen a las leyes de la Biología, como a las ordenaciones de la estética.” (Bougart, 1964).
El arte de danzar requiere de una larga preparación, y cuando digo – larga – estoy hablando de 15, 20 años en adelante, a comparación con otras disciplinas y deportes. Dicha preparación consta de dos instancias: aprender a danzar y perfeccionarse. Si te suena a Gimnasia deportiva ¡Estás en lo correcto! Son similares en muchos aspectos. Pero ¿Acaso existe la perfección? Según quién y cómo lo mire.
Un/ a bailarín/ na es tan fuerte como un gimnasta o un atleta de Halterofilia, es tan veloz como un velocista, y tan resistente como un nadador olímpico. El conjunto de flexibilidad, fuerza y dominio de su cuerpo, le permite realizar técnicas y figuras realmente impresionantes.
¿Pero qué sucede en la vida de un bailarín en la actual “pandemia”?
Ninguna práctica deportiva o disciplina se aprende en dos días, por eso parte del entrenamiento es trabajar la mente y la disciplina. La mente, para gestionar el estrés, la decepción y los pensamientos negativos. Un amigo Psicólogo, Sebastián Alejandro Miraglia, me dijo una vez – Las emociones son como un relámpago, antes que caiga el trueno se hace oír, y hay que buscar la mejor manera de responder a esa emoción. Y la disciplina, para seguir, no rendirse y superar barreras.
La bailarina argentina Saida Helou, creadora del estilo argentino de Bellydance y reconocida por la UNESCO como una de las mejores bailarinas del mundo y una gran referente “Lo que se necesita es la – tabla –.” Refiriéndose a la disciplina.
La “tabla” para que no bajemos los brazos ni paremos de Danzar; en el living, en el comedor, en la habitación, en el patio. Danzar para superar, para crecer, para evolucionar, para vivir, para ser.